Ab Urbe Conditia

Quizá algunos hayáis observado que últimamente ando algo pesado con el tema de Roma, sobre todo en los comentarios. Sencillamente es que llevo una temporada que no leo otra cosa que libros de la historia romana y novelas del mismo tema. Cuando uno se empapa hasta ese punto de información de un tipo, suele pasar que se cala hasta el punto de observar similitudes entre lo que le rodea y el mundo mental que tanto frecuenta. Y ni que decir tiene que es mucho más exagerado cuando el tema que se trata es el romano.

Estamos hartos de oír que nuestra cultura se basa en muchos aspectos en las culturas clásicas, pero lo normal es que no sepamos realmente hasta que punto. Escuchámos como los abogados tienen que estudiar derecho romano, o como para contabilizar a los papas o las pelis de rocky usámos numeros romanos. Pero esa es la punta de un iceberg que se asienta en lo más profundo de nuestras costumbres y nuestro modo de pensar.

La relación de Roma con la filosofía es ambigua. De hecho un filósofo nunca sabía como iba a ser recibido en la ciudad eterna; podía ser bien recibido o echado a patadas. Eso es lo que llevó al joven filósofo galo Favorito a contestar de esta manera cuando el emperador Adriano le reprochó que no hacía mas que darle la razón: "Un hombre que basa sus argumentos sobre treinta legiones en armas siempre tiene la razón".

La filosofía llegó a Roma en un mal momento: muy atrás quedaban ya las épocas doradas de Socrates, Platón y Aristóteles y la idiosincrasia del pueblo romano le llevaba a preocuparse mas por la creación de acueductos y calzadas que por la productividad intelectual. De forma que la filosofía romana adoptó una forma de eclecticismo, que consiste en crear un sistema propio en base a diferentes tesis cogidas de aquí y de allí. De forma que muchas veces era incluso incoherente, dado que el sistema se limitaba a sumar tesis de distintos orígenes.
La filosofía que mas concordaba con el carácter romano era el estioicismo. El romano era racional y pasional a la vez, era sufridor, abnegado, piadoso con los dioses y universalista. Sobre todo se caracterizaba con aceptar el destino con resignación, y con disfrutar de las riquezas, pero también saber vivir pobremente.

El mayor representante de esta corriente de pensamiento fue Séneca. Mientras que predicaba que un hombre debía valorar mas sus amistades que sus riquezas, amasaba una gran fortuna y una envidiable colección de vinos. Fue muy criticado por esto así que escribió una de sus obras magnas De Vita Beata (Sobre la Vida Feliz) para justificar que las riquezas en nada afectaban a su vida interior. En esta obra señala la independencia del hombre, ya que el vulgo "es un pésimo intérprete de la verdad". El sabio no debe dejarse dominar por nada, "el dia que lo domine el placer, también lo dominará el dolor", la impasibilidad es fuente de felicidad.

El estoicismo se complementa, se completa, con el hedonismo. Se basa en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida y fue influenciada por los cirenaicos y los epicúreos mal entendidos (pero esa es otra historia).

Se puede decir que un romano era un estoico hedonista, o que alternaba el estoicismo con grandes pero breves momentos de hedonismo. Podía ser un abnegado padre de familia, un sobrio soldado o un severo político, pero en la intimidad disfrutaba de fastuosos banquetes, sexo libertino o suntuosas fiestas de victoria militar.

Y es aqui donde quería llegar con todo esto (menos mal, pensaréis), ¿No nos pasa a nosotros exáctamente lo mismo? ¿No dividimos la semana entre los días estoicos en los que tenemos que madrugar, trabajar, incluso hacer dieta o deporte para mantener la salud, y los fines de semana (o las vacaciones) donde nos olvidamos de todo eso y nos dedicamos únicamente a disfrutar; beber, salir, bailar, en definitiva, desconectar? ¿No hemos perdido una visión mas trascendente de la vida y, al igual que los romanos, bailamos frenéticamente entre el estoicismo y el hedonismo?

Besos