Nemesis

No se si todos tenemos una némesis, pero yo la tengo. Es un luchador al que me he enfrentado en numerosas ocasiones a lo largo de mi vida.

Se llama Abrafo y es Ghanés. Una vez escuché que su nombre significa bárbaro o zulú, no estoy seguro. Sus padres emigraron cuando él era pequeño, llegaron a España y usaron a sus hijos para dar a conocer y extender su escuela de lucha. Es el pequeño de seis hermanos, cuatro de los cuales se dedican a la lucha.

La primera vez que nos enfrentamos fue la lucha mas dificil de mi vida. Mi entrenador tenía mucha rivalidad con la familia de Afrabo, llamemosles los M..., y ellos concertaron unos combates en nuestro gimnasio a puerta cerrada. Teníamos catorce años y muy poca experiencia, el era muy bueno en el suelo y yo buen golpeador, confiaba mucho en mi boxeo. Las reglas eran claras; sin limite de tiempo y no valía pegar en los testículos ni morder. Nada más.

En los primeros minutos me encajó un rodillazo y perdí un pedazo de diente (nunca me lo he reconstruido ;) Se vino arriba y comenzó a golpearme en el suelo, se desfondó, se confió, y yo descubrí que aguantaba mas de lo que pensaba. A los seis minutos del comienzo del combate le busqué la espalda y le finalicé con un mataleón. El había dominado en los golpes y yo en el suelo, todo lo contario de lo que se esperaba. Cuando vi la cara de su padre me dí cuenta de que no nos jugabamos lo mismo, de que la derrota no tiene nada que ver con dientes partidos o finalizaciones.

La siguiente vez que nos encontramos teníamos diecinueve años. Los M... habían ganado importancia en el panorama de las mma fuera de Madrid, pero llevaban años intentando quitarse las espinas que iban acumulando. Me buscaron y me propusieron el combate, mi entrenador de ese momento se negó, pero le convencí de que podía ganar. Habían pasado muchos años y no teníamos nada que ver con aquellos chavales, yo sabía que Abrafo sería un rival muy difícil, no había bolsa ni espectación, para mi era superación. Fue en un garaje, ellos trajeron una cámara para grabarlo todo (ya os digo que la cuestión del honor es otra historia en esos países); sólo su familia y mi esquina (mi entrenador y dos ayudantes). Perdí. No fue interesante ni bonito. Intercambiamos golpes de pie, fuimos pronto al suelo y me acabó encajando, esta vez él, un mataleón. Cuando recuperé el aliento miré a su padre, esperando ver la expresión de la satisfacción por el "honor" recuperado, pero vi una cara fría e inexpresiva.

Con veintitrés nos volvimos a enfrentar. Esta vez fue en una competición que organizaba su gente. Nunca he achacado mis derrotas a las circustancias, pero esa vez fui perjudicado. Media hora antes del combate me llegó el delegado del evento (de su familia) con una modificación de las reglas, no se podía golpear. Eso le favorecía mucho, lo rechacé pero me dijo que ya estaba acordado por la directiva y que si me negaba tendría que ir a juicio, que había mucho público y que se iban a cabrear mucho. El "público" lo formaban los alumnos de su escuela y los familiares y amigos, los jueces eran conocidos de su escuela y hasta el árbitro había sido alumno.

El combate duro mucho, como veinte minutos. En fuerza siempre hemos estado bastante igualados; yo he sido mas técnico pero el ha tenido más resistencia... el tiempo jugaba a su favor. Además del apoyo de la grada yo tenía que aguantar al árbitro gritándome al oído "¡¡¡abandona la puta lucha, chico, o no salimos de aqui!!!" Al final me cogió con un armlock, yo, agotado, no pude hacer nada y la grada estalló en aplausos. Le llevaron en hombros y le vitorearon. Aquel dia se estableció entre nosotros una relación de respeto silencioso. Yo le hice ser más ídolo entre los suyos y él me hizo aceptar mejor la derrota, rendir al orgullo (que la verdad es que lo necesitaba bastante, jeje).

Probablemente nunca cruzemos mas de dos palabras. Nunca seremos amigos. Pero nos hemos dado más que mucha otra gente que ha pasado por nuestras vidas. Yo lucho por vencerme, y cuanto mas duro y complicado es el rival (dentro de mis posibilidades, claro) mas me conozco a mi mismo. Abrafo me ha hecho conocerme mucho mas que muchos maestros y amigos.

Incluso me han criticado a veces por defenderle (verbalmente, claro, jeje) en muchos asuntos, pero es normal que lo haga porque no le odio, ni tengo nada contra él.

Los griegos creian que los juegos olimpicos los habia creado el propio Hércules. Creo que lo hizo para acabar de una vez con las guerras y sustituirlas por los juegos deportivos: lo que ocurrió es que nos quedamos con las dos cosas. Los romanos, en cambio, no celebraban juegos olímpicos, no tenían una ciudad llamada Olimpia ni habian recibido el encargo divino de establecer una tregua cada cuatro años. Al contrario, el dios Marte les incitaba a buscar la gloria en el campo de batalla. Se puede decir que el deporte preferido de los romanos es la guerra. Afrabo sería Roma, yo Grecia. Se que, con catorce años, para él se creó una rivalidad que nada tenía que ver con el deporte, que era algo personal, que me odiaba. Lo que está claro es que, en todo caso, la guerra como el deporte se asienta en la rivalidad. Y la calidad del enfrentamiento depende del nivel de los rivales. Yo tuve grandes enfrentamientos porque encontré a mi némesis.