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viernes, 25 de mayo de 2007

Junto a la encruzijada de polvo y sangre yazco,
el leve abismo, bastardo hijo de Eter,
lodoso se enfunda en su mortaja carmesí.
De mi pecho se eleva ligero mi espiritu
y como losa baldía, montes de hueso,
carne de arena, mi cuerpo yace.
Y al otro extremo de la blanca orilla
se halla donde el sol coronara una vez
mil cabezas de Hidra, y su explendor,
tornase al viento, dulce melodía.
Y del súbito rio primero arrojado
y luego vomitado, regreso a la albar rivera.
Nadie me pidio permiso para precipitar
mi vida al cauce de tan hondo torrente,
por tanto sin miedo lo abandono,
y sin pedirme cuentas me dejan marchar.

2 comentarios:

Valk dijo...

Y veo como mil titánicos dioses empequeñecen y quedan mudos al ver como un nueva deidad nace sobre ellos.
Gracias por hacerme soñar, por transportarme a mundos extraños.
Te quiero.

Valk dijo...
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